Aferró aquella pieza de metal afilado y acarició con sadismo la piel de su víctima.
Siguió jugueteando hasta encontrar una zona que era de su agrado, entonces comenzó deslizar aquella improvisada cuchilla de lado a lado.
Los jirones de piel grisácea mancharon sus dedos, pero no le importó.
Comenzó lentamente, pero cuando el color rojo empezó a abrirse paso, aceleró sus movimientos hasta entrar en frenesí.
Allí estaba lo que tanto había deseado y esperado... la tercera cereza del Rasca y Gana.
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